Sacerdotes asesinados habrían alcanzado a cambiar dólares de la guaca

Escrito por Boletin de Noticias. Publicado en Judicial

Fecha de publicación: junio 13, 2013 con 0 Comentarios

Sonó inicialmente a frase traída de los cabellos: “Parece que los sacerdotes Germán Augusto Giraldo y Marco Fidel Rodríguez Esquivel iban para Villavicencio detrás de una guaca de DMG”. Así lo aseguró el director del CTI de Bogotá, José Eduardo Saavedra, en rueda de prensa. El funcionario relató que, según la información que han recolectado, unos campesinos del Meta le habían ofrecido a la Iglesia Universal Apostólica Anglicana (IUAA), a la que pertenecían Giraldo y Rodríguez, un dinero que estaba escondido en una especie de caleta, a cambio de una “recompensa” de $200 millones, trato que los religiosos habían aceptado.

En diálogo con parientes del asesinado padre Giraldo, El Espectador conoció que la familia de este sacerdote sabía desde hace unos 15 días del tema de la caleta. La versión que Giraldo le entregó a su familia fue que el guardia de seguridad Míller Arley Silva, que trabajó en el edificio donde él vivía, había sido contactado por unos campesinos de Villavicencio que no sabían qué hacer con dos canecas llenas de dinero que se habían encontrado mientras construían una chuza. Esos campesinos, supuestamente, contactaron al vigilante Silva y él, a su vez, al padre Giraldo.

“La idea es lograr entrevistar al cuarto individuo, identificado como Míller Arley Silva Enciso, para aclarar los hechos, porque él habría sido el enlace para llevar a los representantes de este credo cristiano hasta Villavicencio”, explicó Saavedra, agregando que Silva no es aún sospechoso del crimen. Familiares del padre Giraldo le dijeron a este diario que el religioso ya había ido una vez a Villavicencio con Silva, para establecer un primer contacto con los “dueños” de la caleta de DMG. Giraldo le dijo a su familia que creía que la oportunidad era seria, que había visto “paquetes de dinero” y tarjetas de la extinta pirámide y que, incluso, le habían dado un adelanto: unos dólares que al cambio fueron $1 millón.

Hoy, el punto de inicio para los investigadores es el retrato hablado de Silva, elaborado con la ayuda del reverendo Rosendo Úsuga Higuita. Tanto él como Silva iban con los dos sacerdotes en la madrugada del martes, en un carro Peugeot de placas BOS-384 cuando, al decir del reverendo Úsuga, dos hombres en una moto vestidos de policías los interceptaron, se metieron al carro, se apoderaron del volante, se los llevaron hasta Kennedy (sur de Bogotá) y, en medio de un forcejeo entre los religiosos y los asaltantes, mataron a Giraldo y a Rodríguez. Úsuga le relató al CTI de la Fiscalía que en el carro supuestamente iban los $200 millones exigidos por los “dueños” de la guaca, pero que él nunca había visto el dinero.

El reverendo le contó también al CTI que, después del asesinato, salió del carro, al tiempo que Silva: él, para pedir ayuda; Silva, para huir. El mismo día del crimen, el reverendo Úsuga le entregó a Blu Radio una declaración en la que soltó algunas frases que llevaron al camino de la suspicacia, como “lo que sucedió, sucedió”. Afirmó además que no sabía exactamente para qué le habían pedido Giraldo y Rodríguez que los acompañara a Villavicencio, situación algo inexplicable si se tiene en cuenta que ambos encabezaban junto con él la Iglesia Universal Apostólica Anglicana, el primero como vicepresidente del comité permanente y el segundo como secretario general y asesor jurídico.

“Cualquiera que escuche ese audio queda extrañado, pero es que el reverendo Úsuga es una persona con problemas de audición, no tenía sus aparatos para oír durante la entrevista y, sobre todo, estaba pasando por una situación horrible: le habían matado a dos de sus sacerdotes. Yo hablé con él el martes y, para mí, su versión es totalmente creíble”, le dijo a este diario Édgar Giraldo, hermano de la víctima y diácono de la Iglesia Episcopal de Colombia —la única en el país reconocida por la Comunión Anglicana—. “En casa estamos consternados, muy tristes. Germán era una persona maravillosa, un caballero, la gente lo estimaba. Era un gran sacerdote”.

Si la hipótesis que maneja la Fiscalía es cierta, los sacerdotes Germán Giraldo —que tenía un hijo de 14 años— y Marco Rodríguez habrán sido asesinados en las mismas circunstancias que Humberto Sarmiento, un estudiante de ingeniería industrial de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá que se fue en busca de una presunta guaca con millones de dólares y cuyo cadáver fue hallado en una finca de Yacopí (Cundinamarca), en noviembre pasado. En cuestión de tres meses, la Fiscalía procesó a siete exmiembros del bloque Centauros por ese asesinato. Falta ver cuánto le toma en esta oportunidad.

Por: Diana Carolina Durán Núñez

Fuente:ElEspectador

 

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