Amor obsesivo que terminó con 45 puñaladas

Manizales, agosto de 2005

“Debemos terminar. Mi matrimonio está en riesgo…”. Esta fue una de las últimas conversaciones que Lina María López Quintero, de 18 años, tuvo con su pareja, quien era un policía de casi 40. La noticia despertó su instinto asesino, que fue creciendo con los días y los constantes rechazos del uniformado, quien había sido su primer hombre.

Semanas después de la ruptura, llamó al agente para rogar por una última cita… como despedida. Ya lo había intentado sin éxito, pero en esta ocasión cambió su estrategia: le propuso cumplir su fantasía sexual: un trío, con una de sus amigas. El uniformado no se pudo resistir. Acordaron la cita un miércoles en la tarde, ya que ese día estaría trabajando y sería el mejor momento para escaparse sin levantar sospechas en su hogar.

Así se cumplió. El uniformado le pidió a un amigo que lo cubriera y salió de la estación a recoger a Lina María y luego a la amiga. A las 3:00 de la tarde llegaron a un motel, en las afueras de Manizales. Alquilaron una suite y ordenaron licor. Sin embargo, la amiga de Lina, minutos después de llegar al motel, pidió un taxi y se fue.

En la habitación quedaron el agente y la joven. Lo que ocurrió desde ese momento hasta las 8:30 de la noche quedó entre la pareja. A esa hora Lina María llamó a la recepción del motel para pagar la cuenta y pedir un taxi. Luego abordó sola el vehículo de transporte público, lo que llamó la atención de los empleados. Cómo es poco habitual, uno de los trabajadores le habló a la mujer para preguntar por qué iba sola. Ella respondió: “Él se quedó dormido. Saldrá más tarde”.

La explicación no los convenció y retrasaron su salida, mientras trataban de establecer contacto con su compañero en la habitación. Al notar que no respondía, ingresaron al cuarto y encontraron una escena atroz: el cuerpo del uniformado, desnudo y ensagrentado, estaba tirado en la ducha, envuelto en sábanas y toallas. En la habitación había dos navajas, una de las cuales seguía clavada en el pecho de la víctima.

Durante la inspección del cadáver, los legistas contaron en el cuerpo cuatro puñaladas en el cuello, 22 en el pecho y 19 en el abdomen. Fueron en total 45 heridas, que pusieron fin a la vida del uniformado y al amor de Lina María

Prófuga

La joven, con 18 años recién cumplidos y sin cédula, fue detenida en el motel. Al día siguiente la llevaron ante un juez para legalizar su captura. No había duda de su responsabilidad en el crimen, el cual, para la Fiscalía, había sido premeditado y con sevicia.

A pesar de las evidencias y los testimonios, ella se declaró inocente. Su versión fue respaldada por la Procuraduría, que la describió como una niña inexperta y desorientada, que fue embaucada por un hombre mucho mayor, quien la enamoró, robó su primera vez y luego la dejó. Todo le provocó una desilusión, que desencadenó la tragedia. Por lo tanto, ella no era un peligro, porque su actos fueron motivados por la ira y el intenso dolor.

El juez asumió como propios los argumentos y concluyó que se trataba de un crimen pasional, que Lina no era un peligro para la sociedad y que seguramente no iba a huir. Por esto, sin importar los detalles del sangriento crimen, le concedió el beneficio de esperar su juicio en la casa de sus padres, ubicada en una vereda alejada de Manizales. Un mes después, en septiembre de 2005, las autoridades conocieron que Lina María se escapó de la supuesta custodia judicial.

Desde entonces nadie sabe de su paradero. Su proceso terminó con una condena de 36 años de prisión. En los registros de la justicia aparece como indocumentada y este mes cumple ocho años prófuga. En donde esté, hoy es una joven de 26 años, con una nueva identidad, que oculta un criminal pasado. Hasta la fecha no se conoce de algún proceso para llevarla de a prisión. Lina María López Quintero es una de las asesinas que delinquieron en Caldas y sigue en libertad.