Crédito: Red Medios Digital
La vida de Antonia Santos Plata estuvo marcada por las luchas que precedieron y concretaron la independencia de nuestro país. Su nombre se identifica en los manuales de historia entre los de las mujeres que en aquella época perdieron su vida por la libertad. Aunque no son muchos los datos que se conocen sobre la vida de este personaje histórico, alrededor de su muerte se creó un mito que aún perdura.
Nació en abril de 1782 en Pinchote —en lo que en el virreinato de la Nueva Granada se conocía como la Provincia del Socorro— poco más de dos meses después de que fueran fusilados en Santafé los comuneros insurrectos José Antonio Galán, Isidro Molina, Lorenzo Alcantuz y Manuel Ortiz.
En aquel entonces, El Socorro era, para los estándares de la época, una ciudad poblada y centro de producción manufacturera. Hija de Pedro Santos Meneses y Petronila Plata Rodríguez, creció en El Hatillo —una hacienda que compró su padre poco después de que Antonia naciera— en lo que hoy es el municipio de Coromoro, Santander.
A pesar de pasar su infancia y juventud en el campo, Antonia recibió una educación básica en casa, donde la religión jugaba un papel primordial. Nunca se casó. Su padre murió en 1810 y su madre en 1816.
La provincia del Socorro de la época de Antonia Santos era tumultuosa y expresaba deseos de libertad. El precedente más conocido fue el de la rebelión de los comuneros, antes del nacimiento de la heroína. En 1810, la provincia del Socorro declaró su independencia, días antes del famoso 20 de julio en Santafé. Así, tomó el nombre de Estado Libre e Independiente del Socorro, convirtiéndose en precursora de los acontecimientos que luego sacudirían al virreinato.
Después de la Reconquista del ‘Pacificador’ Morillo, y desde el comienzo del llamado Régimen del Terror en 1816, Antonia Santos financió una de las primeras guerrillas de la Provincia del Socorro, organizada junto con su hermano Fernando —uno de los líderes de esta guerrilla— y otros insurrectos.
La ‘guerrilla de Coromoro’ tuvo inicialmente cuarenta miembros pero el grupo de insurrectos fue aumentando en tamaño. En 1819, estos sublevados apoyaron al Ejército Libertador, llegando muchos de sus integrantes a unirse a él. Después de muerta Antonia Santos, la guerrilla de Coromoro impidió que las tropas realistas de José María Barreiro recibieran refuerzos, lo cual contribuyó al triunfo del ejército liderado por Bolívar.
A comienzos de julio de 1819 el Capitán Pedro Agustín Vargas llegó a El Hatillo y con su tropa realista, detuvo a Antonia Santos, su hermano Santiago, su sobrina Helena Santos Rosillo y dos esclavos. Antonia Santos fue conducida a El Socorro y fusilada en la plaza principal junto a Pascual Becerra e Isidro Bravo el 28 de julio de 1819, diez días antes de la batalla del puente de Boyacá. Tenía 37 años.
Alrededor de estos hechos y de su prematura muerte se tejió una historia que elevó a Antonia Santos a la altura de un mito. “Durante el siglo XIX se la convierte en una imagen romántica” explica el historiador Armando Martínez. Es ahí cuando se comienza a fabricar ese mito que este historiador santandereano llama “patriótico con pinceles románticos” y que tomó proporciones definitivas en la celebración del centenario del levantamiento de los comuneros y el de la independencia. “Eso es normal en la fabricación de naciones. Hay que fabricar mitos para despertar el sentimiento patriótico”, resume Martínez.
Así, la leyenda dice que en el momento de ser conducida al cadalso, Antonia Santos le regaló el anillo que llevaba puesto al comandante del pelotón de fusilamiento para que los soldados le apuntaran al corazón. También se dice que tuvo cuidado de amarrar su falda a los tobillos para que no se le levantara luego de sucumbir al impacto de las balas.
En el Museo de la Independencia-Casa del Florero, en Bogotá, hay un oleo del pintor Luis Ángel Rengifo que ilustra el momento previo al fusilamiento, en el que Antonia estira el brazo izquierdo hacia abajo para entregarle su anillo al jefe del pelotón mientras que con la mano derecha se señala el pecho. La mujer es el centro de la composición y se muestra altiva ante la inminencia de su suerte. Esta escena es una recreación artística de ca. 1950.
A pesar de que existen otras obras pictóricas sobre Antonia Santos —como la acuarela del antioqueño Roberto Páramo Tirado de ca. 1910— y una famosa estatua en El Socorro, se desconoce su apariencia física verdadera. En el año del primer centenario de la independencia, llegó a describírsela como un parangón de la belleza y la virtud, y de igual manera, los artistas plásticos la han retratado de una manera idealizada. Un ejemplo es el de un famoso oleo realizado por el maestro socorrano Oscar Rodríguez Naranjo —quien también es autor de la susodicha estatua—.
En el cuadro, Rodríguez Naranjo la presenta como una mujer recatada, de rostro armonioso pero firme y de mirada penetrante. “La modelo fue su hija” dice Armando Martínez. “Rodríguez Naranjo tuvo unas hijas muy lindas”.
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